"A quien madruga, Dios le ayuda" reza el viejo refranero. Tiene origen y autor desconocido y está incluido en el mismísimo "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha".
El dicho recomienda diligencia para tener éxito en nuestro trabajo.
Sin atreverme a refutarlo, es cierto que los tiempos que vivimos están cambiando hasta los refranes y hoy en día podría proponerse una actualización:
"A quien planifica, Dios le ayuda"
La planificación toma un papel relevante en todas las tareas del trabajo actual y máxime en el apartado de ventas y emprendimiento.
Esta planificación puede permitir anticiparte, algo que el madrugar no lo hace (pues podría darse el caso que la competencia madrugara algo más o incluso que no durmiera).
Planificar con éxito nos permite establecer los procesos, el orden de los mismos y su cuantificación en tiempos y recursos para lograr los objetivos propuestos.
Es una proyección a futuro por lo que permite en un grado más complejo, establecer diferentes escenarios.
El trabajo sigue siendo una de las claves de la fórmula del éxito (actitud + capacidad + trabajo (proactividad). En ocasiones hay que incluirle un cuarto ingrediente: llamémosle un golpe de suerte, o más técnicamente hablando una oportunidad. Pero de nada serviría ese momento si nos pilla fuera de la ecuación (deseo hacer, puedo hacerlo y lo hago).
La planificación es el elemento coordinador que debe conciliar todas las variables y marcar el ritmo y velocidad.
Es importante saber cuando arriesgar todo y cuando testar y reservar recursos.
Igual que el jugador de ajedrez piensa sus movimientos en diferentes jugadas, debemos calcular los tiempos, recursos y procesos para ganar y disfrutar del juego.