Hace ya varios años, la Universidad de Chicago desveló un estudio que confirmaba que la imagen que tenemos de nosotros mismos, supera la real.
Esa imagen proyectada de nosotros mismos nos hace creernos un poco más joven, un poco más alto... un poco más joven.
Nuestro cerebro (al margen de bulimias y anorexias) es benigno con nosotros mismos.
El espejo no dice la verdad. La fotografía es más objetiva, pero en muchas ocasiones, nos saca mal. ¿Cuántas veces te han pedido que borres una fotografía? Esa no, que hace gorda, esa tampoco que me pilló despistad0... "Esa cámara no hace buenas fotos"
¿Hemos trasladado alguna vez esta misma reflexión al mundo de la venta?
¿Somos tan buenos vendedores como nos creemos? ¿Lideramos los equipos tan bien como pensamos?
Nuestro oficio en ventas es sumamente competitivo. Esa competitividad en la que estamos inmersos y ese cerebro amigo, estoy seguro que en muchas ocasiones, juega también malas pasadas.
Se cuestionan los rankings, se duda del éxito ajeno y todo ello porque nos han grabado a fuego la idea de ser números 1, desde el primer día que empezamos a vender.
La realidad es diferente. En un equipo de fútbol, un portero es titular y el otro es suplente. Asumir la suplencia no es un símbolo de debilidad. No significa bajar los plazos. No equivale a ser un perdedor o un derrotado.
Su rol en ese momento le requiere estar preparado. Ayudar a calentar a su compañero para ser partícipe del éxito del equipo. Debe estar preparado para el momento en que se requiera su concurso. Y seguir trabajando duro para disputar la titularidad.
En ventas, los planteamientos son más agresivos y tal vez se deberían destinar esfuerzos en preparar el trabajo el equipo y las posibilidades de aportación desde diferentes roles. Los relevos no son la única estrategia.
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