En el mercadillo callejero, el gitano sostenía en su mano el viejo molinillo manual de café. Su intención era que el interesado lo cogiera, lo palpara y lo tocara. El posible comprador era un hombre de unos sesenta años, pulcramente vestido. Quizás se trataba de algún coleccionista particular o tal vez un anticuario. Desde luego no era ningún curioso. Sin embargo, no prestaba atención al producto porque no estaba de acuerdo con el precio. Pero estaba interesado en su compra, de eso no cabía duda alguna, aunque no hubiera necesitado más que una simple observación para comprobar su estado. El vendedor defendía el precio con uñas y dientes, conocedor que el cliente que tenía frente a frente era potencial. Hizo una rebaja y volvió a intentar que la otra parte tomara el objeto.
En la calle Feria, donde se monta el mercadillo de antigüedades y objetos usados, aquel trato parecía condenado a no cerrarse cuando el caballero se retiro unos pasos del puesto, y con gestos medidos negó con la cabeza mientras parpadeaba pausadamente.
El gitano retomó la distancia acercándose a su cliente y con voz decidida dijo: "Ni pa ti, ni pa mi ...", fijando un precio a intermedio.
Ahora el hombre agarraba el molinillo y abría el diminuto cajón de latón mientras comprobaba el estado de los engranajes que hicieron crujir los granos de café bastantes años atrás en la casa de la abuela. El cierre de la venta estaba cercano ...
Aquella frase castiza, directa y oportuna me persiguió después de contemplar la escena. Cuantas negociaciones habrá salvado el "ni pa ti, ni pa mi". Se podrá decir más fina o técnicamente, ¡claro! Concesiones, ambos cedemos, acercamiento de posturas, equilibrio, I Win & You Win ... Da lo mismo en que consista la negociación. No importa que se estén repartiendo los ministerios o consejerías en un gobierno de coalición, de una cuota pesquera o lechera, que sea la venta del siglo o que se trate del contrato más multimillonario del mundo o de un viejo molinillo de café.
Post relacionado: El vendedor de trastos viejos