En la décima entrega de los 12 post sin
piedad lanzamos una crítica al mundo de la apariencia que ya triunfó en
política y que desde hace unos años se ha expandido al mundo empresarial y
emprendedor.
La conferencia fue un éxito.
Era un auténtico crack… Hablaba con tal soltura, convicción y empatía que
realmente envolvía. Además era simpátic@. Los asistentes asentían con sus
reflexiones, reían ante sus ocurrencias y se emocionaban con los videos. Se
movía por el escenario con una naturalidad propia de quien está sobrado de
confianza.
Al terminar, los aplausos
eran interminables y al retirarse de la sala, solo se oían palabras de
felicitación, mientras que el protagonista aprovechaba para recomendar sus
publicaciones.
Internet saca lo mejor y lo
peor de uno mismo. Y al poco tiempo, algunos curiosos decidieron conocer más
sobre el “crack”. Youtube ofrece inmensas posibilidades. Y allí estaba el
artista y sus diferentes conferencias. Todas eran iguales. El mismo chiste se
repetía en el mismo momento; La misma anécdota contada en primicia; La misma
expresión de la cara; Los mismos gestos y movimientos; El mismo video; Los
mismos ejemplos.
Más tarde su popularidad
trasladó al protagonista a Televisión. Su mensaje no difería mucho de aquella
Gran conferencia en versión reducida.
La estrella era un
repetidor. Había encontrado un discurso de éxito y lo había trabajado con
buenos especialistas en comunicación y lo escenificaba una y otra vez cual
gallina de los huevos de oro.
Las empresas se peleaban por
tenerlo dentro de sus convenciones y el invitado escenificaba su conferencia
una y otra vez, sin cambiar ni un punto ni una coma, mientras hacía caja.
Admiro a los conferenciantes
que saben improvisar y personalizar el mensaje (según el foro), a los que son
capaces de quedarse en blanco ante su auditorio y salir airoso, a los que
ofrecen calidad y variedad con naturalidad y espontaneidad.