Cuentan que un hombre de negocios circulaba con su vehículo por una carretera secundaria cuando decidió detenerse a descansar cerca de una granja. Salió del vehículo y anduvo unos metros para estirar las piernas.
En el corral de la granja observó un nutrido grupo de gallinas. Entre las gallinas, distinguió un pájaro de distinto color y gran tamaño. Llamado por la curiosidad se acercó.
Ya a pocos metros, pudo apreciar perfectamente que se trataba de un águila real… ¿Pero, qué hacía un águila real en un gallinero?
En ese momento, salió el granjero del cuarto de aperos y aprovechó para saludarlo:
-“Buenos días tenga usted”
-“Buenos días señor” –contestó el granjero “¿Puedo ayudarlo en algo?”
-“Gracias caballero. La verdad es que me había detenido a estirar un poco las piernas… Pero me he quedado sorprendido mirando su gallinero”
-“La verdad es que tengo un buen gallinero. Son grandes ponedoras” –afirmó orgulloso.
El viajero se acercó aprovechando la amabilidad de aquel señor. No todas las personas eran tan serviciales por aquel lugar.
-“Amigo, no me gustaría marcharme sin antes preguntarle algo que me intriga”
-“Ja, ja, ja. Lance usted su pregunta”
-“¿Qué hace un águila real en su gallinero?” –soltó sin esperar el viajero.
-“Lo sabía… Estaba esperando esa pregunta. No es el primero. Ja, ja, ja. Eso no es un águila real. Es una gallina, la gallina que más quiero y se llama Luchita” –respondió el lugareño mostrando una irónica sonrisa.
-“No quiero contradecirlo a usted y menos en su casa, pero sin lugar a dudas se trata de un águila real”
-“Claro que es un águila real. Verá … le contaré la historia. La encontré paseando por el campo tirada en el suelo. Estaba abandonada, recién salida del huevo y a punto de morir. La acurruqué en mi bolsillo y la traje conmigo a casa. Fui alimentándola, dándole todos los cuidados y poco a poco fue creciendo. La trasladé al gallinero y empezó a comportarse como una gallina. Cuando estaba plenamente recuperada, intenté soltarla para que volara… Pero resultó imposible. Ella cree que es una gallina y se comporta como tal. Por eso digo que es la mejor de mis gallinas”
-“Curiosa historia… Pero es un águila. Está llamada a gobernar el cielo y no a picotear entre gallinas domésticas. Tarde o temprano, volará” –comentó el visitante.
Siguieron hablando amistosamente sobre el águila. El granjero aseguraba que ya lo había intentado muchas veces y jamás volaría y el viajero en que su naturaleza le permitiría surcar y reinar los aires. Tanto insistieron que al final decidieron hacer una apuesta. El viajero sacó del maletero de su vehículo un cartón de tabaco rubio americano Winston y se lo ofreció al granjero: “Si su águila no vuela, es suyo”
El dueño del águila sonrió: “Que bueno, amigo… Tabaco del bueno. Esta semana parece que voy a fumar gratis”
Cogió cuidadosamente su “gallina favorita” y se dirigió hacia al cobertizo. Subió unas empinadas escaleras hasta subir a la parte superior, donde guardaba el grano. Ante la atenta mirada de su acompañante, lanzó el pájaro al aire.
Revoloteó torpemente y aterrizó de malas maneras en el pajar.
-“Ja, ja, ja. ¿Ve usted?. Es un caso perdido. Si yo ya lo sabía”.
El viajero era hombre persistente y continuó perseverando: “Quizás no fuera la altura suficiente. ¿Por qué no prueba usted a lanzarla desde encima del tejado?”
-“Demasiado peligroso. Le tengo mucho cariño y podría lastimarse. Ya tuve que curarla una vez…”
Tanto insistió que al final lo convenció. Desplazaron unas alpacas de paja para amortiguar la caída. Subió al tejado y repitió la operación.
El águila volvió a revolotear sin destreza y la paja amortiguó su caída.
-“Menos mal que no se hizo daño… ¿ve usted? ¿Se convence ahora?”
Pero el hombre de negocios no estaba convencido.
-“No había suficiente altura. Si usted la lanza desde el precipicio que se ve al fondo… volará y será libre”.
-“No, amigo. Desde aquel barranco no la lanzaré. Hay demasiados metros y no estoy dispuesto a quedarme sin Luchita. Es usted demasiado testarudo”.
Y llevaba razón el dueño del animal. Aquel hombre era muy tozudo y no estaba dispuesto a rendirse.
Se metió las manos en el bolsillo, sacó el llavero y porfiado, prosiguió su discurso mostrando las llaves de su vehículo en la palma de la mano:
-“No estoy dispuesto a quedarme con la duda. Caballero, mi coche está aparcado en el arcén. Es aquel BMW color plata. Aquí tiene las llaves. Si su águila muriera… el coche será suyo”
El granjero frunció el ceño y clavó la mirada en aquel vehículo de lujo. Trabajaba demasiado duro en su parcela para ganar algo de dinero. Una oportunidad así no se le presentaba todos los días. Con sufrimiento, accedió.
En el borde del barranco el viento resoplaba con fuerza. Los ojos del viajero brillaban y el águila – gallina fue lanzada hacia arriba con fuerza.
El animal arrancó con el mismo movimiento desmañado de sus alas de las anteriores veces y comenzó a caer. Ambos se acercaron al borde para presenciar el desenlace. Una extraña mezcla de sentimientos inundaba al dueño del ave.
Pero de repente, Luchita extendió dos poderosas alas y comenzó a planear. Un par de suaves movimientos de alas y comenzó a recuperar altura.
Los asistentes, atónitos, pudieron comprobar como el águila emprendió un vuelo hábil y seguro. Siguió tomando altura hasta que perdieron de vista al rapaz que había tomado rumbo unas altas cumbres montañosas.
A los profesionales de la venta:
- Si eres águila, no te comportes como gallina o acabarás convertida en una de ellas.
- Ignorarás tu potencial hasta que no lo pongas al límite.
- Nunca trates a un águila como a una gallina.
- El conformismo es un énemigo de la profesión.
- La mediocridad es contagiosa.
- El cambio siempre es posible ¡promuévelo!
- Una gallina de verdad "se hubiera matao" ¡Ojo!
Adaptación propia de la fábula de James Aggrey (Ghana, principios del siglo pasado) sobre un águila, una gallina y un naturalista, orientada a motivar a los Pueblos de África de cara a la descolonización: "No os conformeis con los granos que os arrojan"