Fotografía de Luis Feliciano (2008) |
Iniciamos ahora una pequeña trilogía de jefes tóxicos, donde vamos a recordar tres perfiles comunes: el jefe gaviota, el liquidador y el iluminado.
Ken Blanchard definió al jefe gaviota como aquel que solo aparecía cuando se cometía un error, generaba bastante revuelo y jaleando, dejaba todo impregnado de heces.
El gremio comercial no está exento de esta tipología en direcciones comerciales.
Detrás de esta actitud se esconden jefes perezosos que prefieren estar alejados del trabajo y conscientes de ello, les gusta hacerse notar cuando hacen algo. Luego desaparecen.
Hay ocasiones en las que le resulta más cómodo encender el ventilador y esparcir mierda antes de indagar verdaderas causas, motivos y posibles soluciones.
No es de extrañar que puedan llegar a atribuirse la autoría de ideas ajena. Premiadores del servilismo y la sumisión gustan rodearse de profesionales mediocres, pues creen así proteger su puesto.
Un vendedor de base debe sobrevivir a estas jefaturas con paciencia. El jefe gaviota suele respetar desde las distancia y desconfianza al vendedor de trincheras (al fin y al cabo, alguien tiene que hacer las ventas). Mantener ese distanciamiento y aceptar la provisionalidad de su posición serán las piedras angulares de la resistencia silenciosa a este tipo de gestión.
Al fin y al cabo, como repetía el periodista deportivo José María García "el tiempo es el juez soberano que da y quita razones" y pone a cada uno en su sitio.
Continuando con el símil de la gaviota, y debido al desprecio que a menudo pueden llegar a sentir por su equipo (ellos no tienen talento y no merecen el mérito de esas oportunidades o ideas) actúan como las gaviotas en la película "Buscando a Nemo"... Ven algo en su entorno que les puede aportar una justificación a su 'labor' y se apropian de ello graznando 'MÍO, MÍO MÍO".
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar y comentar en el blog. Realmente muy simpática la aportación. Genial lo del "mio, mio, mio" me parece que estoy escuchándolas. Un cordial saludo.
Eliminar¡Qué bueno! Todos hemos tenido uno en la vida y el que no lo haya probado, por favor, que lo busque enseguida. ¡Lo que se aprende!
ResponderEliminarEl que me tocó a mi era muy escurridizo y tuvimos que pensar la estrategia adecuada para tumbarlo. Comenzamos a ponerle en copia de todos lo emails que enviábamos y le hacimos firmar cada escrito que salía de la oficina. Cuando montó en cólera dejamos de enviarle hasta las previsiones de ventas, pero con cuidado de dejarlas en las carpetas que indicaba el sistema de calidad. En papel, claro. Ahí es donde le pillamos, pues una de las características de los jefes gaviota es que son muy requetevagos. De modo que cuando tuvo que presentar sus cuentas se encontró, a última hora, que estaba todo poor hacer. Nos obligó a trabajar a deshoras, las mismas que reclamamos justificadamente al departamento de personal. Esta fue la primera llamada de atención que llegó a instancias superiores.
La siguiente iniciativa fue cumplimentar por escrito todas y cada una de las reclamaciones de cliente. Eso que se debería hacer siempre y que las organizaciones no cumplen por miedo a saber la verdad. Cualquier queja, por mínima que fuera, quedo reflejada en los papeles. El departamento de calidad nos hizo una visita memorable ya que las reclamaciones evidenciaban fallos de organización clamorosos. Esa fue la segunda llamada de atención.
A partir de ahí comenzó la guerra y los resultados cayeron, pero los indios, nosotros, ya teníamos dos argumentos bien documentados para defendernos.
¡Lo que aprendimos de gestión y organización!
Gran comentario, Paco. Digo grande, no... genial. Y efectivamente de toda experiencia se extraen enseñanzas válidas. Muchas gracias.
EliminarAdrián, perdona por lo extenso del comentario. No es afán de protagonismo, es que me he emocionado con las historias de abuelo Cebolleta. ¡Qué recuerdos!
ResponderEliminarPaco Muñoz
En absoluto. Estos comentarios constituyen la remuneración que percibo por mi blog. Experiencias reales valen su peso en oro. Ese perfil de jefatura está muy definido y como bien dices deben caer por su propio peso. Gracias de verdad.
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