“Camarón que se duerme se lo lleva la corriente”
Con este refrán me solía despertar mi padre cada mañana. Desde niño me iba inculcando la necesidad de afrontar el día a día con ganas e ilusión.
El dicho me resultó muy útil para sobrevivir a las mansas aguas de mi feliz infancia y alegre adolescencia. Me resultó revelador durante mi época universitaria e incorporación al mercado laboral, y por supuesto en los inicios en el mundo de las ventas.
Pero ese río del que me hablaba mi padre fue mutando. El famoso cambio climático le causó estragos; hubo sequía, llegaron especies invasoras como la tortuga californiana o el cangrejo americano y tampoco pudo evitar el daño de los vertidos químicos. Aquellos tranquilos pescadores de caña de bambú acuden hoy con sofisticados equipos de fibra de vidrio, carretes potentes, radares y novedosas técnicas de captura.
Actualmente el camarón que opta por la supervivencia necesita continuar nadando con fuerza para luchar contra las corrientes. Pero no basta con nadar para lograr el objetivo.
Hoy más que nunca se hace necesaria la información y el análisis. Tenemos que conocer las partes del río que están contaminadas para no acabar flotando en el lodo. Hay que detectar a los viejos depredadores autóctonos de siempre, pero ojo también con los nuevos venidos de tierras lejanas, de los que hay que averiguar por donde se mueven y como operan para elegir a sus presas.
En definitiva, para sobrevivir estando tan bajo en la pirámide alimentaria hay que estudiar al propio río, sus cambios, el clima, los depredadores, la comida, los pescadores y sus cebos… como la vida misma.
En temps de guerra, tot forat és trinxera.
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